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jueves, 1 de julio de 2010

Cap 44

Nadie formulaba palabra alguno del camino a casa.
La limusina que estaba cargada de bebidas y de luces parpadeantes de un color fosforiloco dejaba mucho que desear y de pronto todo me parecía de lo más ridículo.

Intentaba ignorar todas las cuatro miradas centradas solamente a mí. Estaba cruzada de brazos mirando por la ventanilla esperando ver mi casa.
Mi corazón ya se había calmado un poco a como estaba antes que no dejaba de latir rápidamente.

Los brazos de Bill y Tom me detuvieron ante aquella batalla que tuve.
Me reí para mis adentros al recordar el cabello y el maquillaje destruido de Reachell gracias a mi innecesaria pelea.

Recordaba paso a paso con lo que la había golpeado. No había sentido culpa ni siquiera cuando la vi marcharse llorando. Me sentía libre y nadie podía imaginar lo que yo sentía como el que mi adrenalina todavía corriera por mis venas y que cualquier movimiento brusco en ese preciso momento reaccionaria de una forma brutal.

-No quiero que te vayas hasta que pueda saber alguna explicación –me advirtió Bill jalándome del brazo. Por un momento casi lo tomaba como un tono autoritario pero no deje llevarme ante su advertencia por lo que tiré de mi brazo para que me soltara- no era necesario hacer eso.

-¿Y tu que sabes? –Respondí aun sin mirar aquellos ojos que ya comenzaban a atormentarme- Además –le recordé por enésima vez- no quiero hablar del tema.

-No me estas ayudando nada –objeto Bill con desaire y suspiro- no puedo llevarte así si sigues con esa pésima actitud. Pareces una ni…

No pudo terminar su frase y supuse que fue por la pura vergüenza y por otros tres rostros que no paraban de escuchar y mirar al mismo tiempo nuestro incomoda charla.

Aunque como muchas otras veces intenté hacerme la fuerte. Sus últimas palabras fueron tan lastimosas así como la última vez que me dejo humillada dentro de mi casa. Ahora le odiaba y en ese momento quería hacerle lo mismo que Reachell.
Inspiré hondo lentamente antes de volver a cometer otra locura igual.

-Sabes lo que me costara tu inmadurez ahora que los medios estarán tras de ti o peor aun tras de mí.

-Bill –le llamó Georg quien estaba realmente enojado. No sabia por cuanto tiempo lo estaba y desconocía por completo sus razones- no tienes ningún derecho a hablarle de esa manera. Todos cometemos errores.

-Creo que –intervino Tom un poco preocupado por como se estaba formando aquel lio- esto no es asunto de nosotros Georg –recalcó su nombre dirigiéndole una seña con la mirada sin dejar de cruzar sus brazos- y esto deben de resolverlo en otro momento Bill –ahora Tom había mirado a su propio hermano con un gesto en el rostro en forma de advertencia.

-En lo único que deberíamos de estar pensando es en la gira –intervino Gustav tranquilo sin perder la seriedad de su rostro- recuerden que eso debe ser lo principal ahora que esta apunto de comenzar.

Aunque por mis adentros agradecía a Gustav por haber detenido aquella conversación en la cual yo había sido la única culpable, nadie ni nada me hacía mejorar ni sentirme mejor.
Mi estomago ahora me parecía un nudo acompañado de un agujero negro. Mi garganta parecía estar terriblemente herida por haber cargado durante el largo camino que se me hizo eterno un nudo en la garganta.

Ante mis ojos apareció mi hogar –que podría decirle así por la simple razón en donde solo deseaba estar- donde sin importar a esperar a que el chofer abriera la puerta, me lancé rápidamente fuera de aquel lugar.

Se me ensimismaron tantos sentimientos a la vez que me fue imposible respirar.
Ya no estaba caminando, ahora estaba trotando para llegar más rápido antes de que mis propias lágrimas fueran más rápidas que yo.

Un escalofrió me recorrió por todo mi cuerpo cuando escuche la voz de mi ángel guardián llamarme a mis espaldas. Me debilité conforme iba dando pasos para llegar a mi casa, pues cada vez me parecía estar mas lejos sin tener fin a mí camino.

-Neily ¡Espera! –Dijo con voz suplicante casi corriendo a la misma velocidad a la que yo iba- detente…No fue mi intención herirte.

Traté de ignorarlo sabiendo a regañadientas que si yo me detenía solo para mirarlo, esta podría causar en mí una gran depresión y solo lograría unas cuantas lagrimas que al final solo habrían sido un desperdicio.

De algún modo solo alcanzo a rosarme el brazo para yo después cerrarle la puerta justo en su rostro perfecto. No pude evitar llorar cuando escuche encender de nuevo la limusina para que pudieran marcharse.

Sentí como mi vida se iba desprendiendo de aquel individuo que trataba de ocultarme algo, algo que ni yo misma podría deducir, algo que en sus rostros me indicaba más que la propia gira, algo en lo que Bill Kaulitz se profundizara tanto en aquel pensamiento dejándolo con su mirada perdida.





Que más quisiera que todo esto terminara, todo este sufrimiento y todos estos problemas. Sabes que aun así no dejaré de amarte pase lo que pase.
Quiero que eso lo tengas en cuenta y que no olvides que tu ya eres parte de mi vida y de mi corazón.
Te estaré esperando en el lugar donde alguna vez tuvimos nuestro primera noche juntos donde acabamos terminando “haciendo el amor”

Arrugué la pequeña nota en mi mano que me había dejado Bill en la puerta de mi casa.
No se cuantas veces había leído esa nota como si hubiera deseado saber más que solo disculpas. Ansiaba saber que se traía entre manos.

Pero eso no fue lo único en lo que estaba preocupada. Había algo mayor que no me hacía pensar en nada más que la conversación que tendría con el director de la revista bravo acerca de mi imagen en los periódicos.

Daba vueltas en mi silla giratoria en busca de alguna excusa que pudiera salvarme de aquella situación que ya comenzaba asustarme. Cada segundo me hacía caer en la cuenta de que esto podría ser el fin de un trabajo que me había abierto las puertas de un trabajo excelente y en el cual me había esforzado tanto por que mi escrito fuera algo más que solo palabras y textos.

-Ya es hora –me aviso Aliz abriendo la puerta de mi oficina sin dar golpe alguno a la puerta con una mirada amenazadora- el director quiere verte.

Inspire hondo levantándome lentamente de mi asiento. Su frio acento de Aliz me hizo sentir horrorizada y más sabiendo que mi trabajo solo dependía de un hilo.

-Quiero acompañarte –intervino Lizzi con una mirada preocupada con sus manos cruzadas a la altura de su pecho. Había aparecido en mi camino cuando me disponía a ir a la oficina del director de la revista bravo- yo quiero estar contigo.

Antes de articularle una palabra con la cual mis únicas intenciones habrían sido calmarla Aliz le lanzó una mirada amenazadora donde ella se detuvo bruscamente sin perder aquella mirada preocupada. Deseé llegar a ella y consolarla diciéndole que todo iría bien. Pero ni yo misma me podía consolar con esas mismas palabras.

El camino fue mas rápido de lo que pensé. Ahora me hallaba en la puerta junto a Aliz quien tenía la mirada fría y a la vez triste. No entendía cual eran sus intenciones.

-Gracias Aliz, puedes seguir elaborando tus tareas –agradeció una voz ronca que casi me pareció de lo más aterrador. Fue entonces cuando me pregunté si su rostro sería horrible al igual que aquella voz grave y cortante.
El tipo estaba dándonos la espalda en vista a la gran ventana enorme que reflejaba a la cuidad ensimismada por el trafico. Su despampanante silla de cuero negro hacía conjunto con la mayoría de su oficina que parecía aun más aterrador- necesito que me dejes a solas con ella –supuse que se refería a mi.

-Buenos días –saludé educadamente con la intención de calmar la situación.

-Iré al grano –dijo volteándose inmediatamente hacia mí en su silla giratoria con el rostro serio. Sus ojos eran pequeños, tenía patillas que en nada le favorecían, su rostro era redondo por su cuerpo grande y robusto. Sus arrugas me indicaban que pasaba de los sesenta años y su cabello era negro con algunos cabellos blancos- no quiero que mi reputación se vea algo problemática por tus problemas estúpidos o por tu inmadurez –se levantó lentamente como si a este le costara trabajo e inmediatamente que sus pies tocaran el piso puso ambas manos atrás y me miró con cierta extrañeza- ¿te has dado cuenta de lo que han dicho o puesto los periódicos por tu escena de anoche? – después de que no hubo respuesta por parte mía su mirada solo se enfoco en el ventanal- puedes tomar asiento por favor –ordenó con firmeza sin ni siquiera voltearme a ver.

Me senté sin dejar de verlo como si me fuese hacer algún daño. De pronto la silla en la que ahora estaba sentada me pareció un calabozo infernal.

-Vaya –suspiró y luego se echo a reír como si fuera el villano de una película de terror- es realmente increíble que lleves trabajando unos pocos días aquí y ya te encuentres en aprietos.

-Si me permite –pedí permiso aunque no me importara si no lo tenia, de algún modo no quería que se aprovechara de mí y tenia que actuar a la defensiva si de verdad deseaba tener el trabajo- creo que no deberíamos de estar confundiendo mis problemas con los de la empresa- el sujeto de cuerpo robusto me miro con cierta confusión por lo que terminé por aclararle mi situación- aquella noche fue una bastante estupidez de mi parte….

-Bastante es poco –intervino con una media sonrisa y dirigiéndose de nuevo a su silla de cuero negro- lo lamento –se disculpo e hizo una seña con su mano para que prosiguiera.

-Como le decía –continué con el mismo tono de mi voz lleno de firmeza- lo que sucedió aquella noche fue de poca conciencia y es realmente lógico que no volverá a pasar, pero siento que entrometer asuntos como la pelea de anoche, no tiene que perjudicar tanto en este trabajo.

-Pero como no –resopló y luego su expresión se fue haciendo cada vez más dura- entonces ¿Como demonios me puede explicar esto?

Enseguida lanzo un periódico a sobre el escritorio -entallada de madera color café donde relucía a sus orillas un reluciente color oro- que con gran facilidad el periódico se deslizo hasta mí donde pude ver con gran detalle aquella tinta negra marcadas con negro y letra grande.

ESCRITORA DE BRAVO ATACANDO A UNA CHICA DE ELEMENTO POLICIACO

El titulo habló mucho de mí e imaginé lo que habían puesto acerca de eso. No supe como pero de algún modo se dieron cuenta en donde trabajaba y eso daba una mal reputación a la revista Bravo.

-Lo lamento –intenté sonar casi lamentada pero la verdad es que no era así. No sentía culpa alguna por haber lastimado aquella chica rubia ni que su rostro alargado y afinado lo estampara contra el suelo.

-No me gustaría verme obligado a aclarar una situación como esa –dijo con voz ronca y sus cejas se fruncieron un poco como si estuviese pensando.

-Le aseguro que no volverá a suceder –prometí casi como un grito agudizado. Nadie me había abierto las puertas de esta manera, y seria bastante tonto si lo echara a perder por una estúpida pelea- solo deme otra oportunidad.

Luego de que el mismo director donde el cual yo desconocía su nombre estuviera mirando el periódico con detalle me miró con gesto pensativo de nuevo y luego se recargó en su silla mirándome a mí detenidamente.

-Sería una lastima no aprovechar sus grandes cualidades –dijo con entusiasmo y una sonrisa fue creciendo esparciéndose por todo su rostro- y lo he pensado mucho mejor.

Durante solo unos segundos, aquella sonrisa me hizo recordar a Bill en lo feliz que me sentía cuando estaba junto a él.
De pronto supe de inmediato que si deseaba otra oportunidad, sería más difícil pedir un permiso de varios meses por la gira de los chicos. Odiaba ese insignificante detalle y ahora deseaba que me despidiera con tal de no alejarme de Bill.

-Y bien… -le insté con el único objetivo de que me dijera de una vez por todas que sería de mi vida.

- A muchas personas les ha interesado una de tus grandes cualidades –mencionó inclinándose hacia mi- y sería una estupidez desaprovechar grandes oportunidades como esta –ahora la persona que antes me había parecido de lo más terrorífico ahora me pareció bondadoso- En los Ángeles California se les esta dando la oportunidad de que chicas como tu –enarcó las cejas con una sonrisa- sean capacitadas para revistas mucho más grandes que en nuestro país.

La idea de irme a los Ángeles me había causado un mareo y un estremecimiento muy fuerte. La idea de separarme de mi país o de vivir en otra parte donde Bill no estuviera frecuentemente conmigo me inquietaba y me hacía reaccionar a la respuesta “No” sin pensarlo dos veces.

-No es necesario que lo pienses ahorita –se precipitó a decirme con una seña con la mano por mi rostro horrorizado- pero es una oportunidad. Lo que ofrecen es muy bueno, un apartamento con compañero de cuarto, auto prestado, muy bien pagado.

-Me parece magnifico –conteste casi perdida en mis pensamientos. Sabía que oportunidades como esta jamás encontraría, pero aun estaba aferrada a la idea de irme hacia donde Bill estuviera.

-Solo …. –lo pensó durante un momento y suspiró –quiero que lo pienses. El vuelo saldrá dentro de un mes y podrás pensarlo para ese entonces.

No podía evitar mi mirada al suelo y que mis dedos delgados estuvieran jugando la mayor parte de mi charla con el director. Dentro de un mes yo me encontraría con Bill y entonces sería demasiado tarde para aceptar ese estupendo trabajo.

Sonreí forzadamente y me despedí de él con un estrechamiento de manos antes de salir por aquella puerta.
Ahora todo me parecía extraño e inconcluso. Había perdido dos oportunidades magnificas por el hecho al miedo de perder a mi querido Bill.
Aunque lo odiara por cosas donde él siempre me lastimara, al final de cuentas lo amaba tanto como a nadie.

Cuando me dirigí hacia mi oficina, Aliz ya tenía sobre mi escritorio una caja donde contenían todas mis pertenencias.

-Lo siento mucho –dijo un poco frio sin mirarme a los ojos- esto jamás debió pasar….

-Descuida –le tranquilice interrumpiéndole tomando mis pertenencias- nos vemos –me despedí de ella con un gesto con el rostro sabiendo que mis manos estaban ocupadas cargando una caja.

Había pedido un taxi justo cuando había salido de aquel lugar que ya estaba acostumbrándome a ver.
Me sorprendió como fue tan fácil llegar a este trabajo pero tan fácil fue llegar a perderlo.

-¿Adonde desea ir? –preguntó el chofer mientras me miraba por el retrovisor.

Ahora reía, por que sabía adonde estaba a punto de ir. Hacia la única persona que odiaba en estos momentos y que al mismo tiempo lo deseaba, aquella persona era mi Bill Kaulitz