Estaba ausente en los últimos tres días desde que Lizzi no me hablaba. El teléfono sonaba pero por ninguna razón quise contestar. Miraba atenta la fecha en que comenzaba la gira de Tokio Hotel. Estaría solo por unos momentos con ellos, pues en seguida me regresaría para trabajar y reposar el tiempo que sea necesario hasta que nazca el bebe.
-Neily –gritó Aliz desesperada- Contesta el maldito teléfono. Te dije que me clasificaras estas fotografías y que me las mandaras en mi escritorio. Aun no has terminado de escribir el encabezado de la portada.
-Lo siento –me disculpé moviéndome lentamente. Intentaba escuchar a Lizzi pero se me venían a la mente los mensajes que Mike últimamente me había enviado “amenazas”- estoy tratando de hacerlo –me defendí.
-Pues no lo parece –me rectifico con un ligero golpe en la cabeza- despierta, tenemos mucho trabajo por hacer.
-Aquí esta terminado el trabajo –dijo Lizzi al entrar por mi oficina. Podía sentir por dentro su orgullo de no hablarme. Aventó un paquete de hojas a mi escritorio y se fue inmediatamente sabiendo que yo la llamaba.
-¿Podrías dejar de pensar en tus problemas y enfocarte en el trabajo? –Aliz repuso de nuevo con tono de mandato. Aquella persona se le había subido las neuronas con eso de que la habían nombrado vicepresidenta del estudio Bravo. Por lo que llego hacer nuestra propia jefa.
Por otro lado el padre de Mike era el presidente máximo del lugar y aunque le costara trabajo tuvo que dejar a un lado a su propio hijo quien había desaparecido últimamente estos días y ceder el lugar a Aliz.
Al alejarse Aliz de mi oficina, mi conciencia derrumbo todas aquellas angustias que sentí dentro de unos instantes.
La ultima discusión entre Bill y yo no me ayudaba mucho precisamente. Intentaba manejar la escena mil veces tratando de saber cual había sido nuestro error.
Dos noches antes
“-¿Pero que dices? –intenté creer que era lo que me quería decir realmente. Mis intenciones no eran malas en ese momento, pero parecía ganarse un golpe en la cabeza- Puedo hacer yo lo que me venga en gana.
-Escúchate Neily lo que dices –subió el tono de su voz, lo cual me causo un fuerte enojo- como puedes decir que puedes hacer lo que quieras, cuando deberías de estar reposo.
-Pues no estoy de acuerdo –me desesperé por que mi voz no sonara tan fuerte para intimidarlo. Estaba enojada por la forma en que no me dejaba divertir- te he dicho muchas veces que me siento mejor. Deberías decirle a tu hermano que cierre el pico.
-Me pregunto ¿Por que eres tan testaruda? –puso los ojos en blanco y se sentó en la mesa pequeña que estaba dentro de la cocina. Su cabeza se apoyó directamente a su mano- mi hermano tiene razón. Nunca vas a entender.
-¿No crees que es asunto de nosotros? –me había dolido que los dos pensaran de esa forma hacia a mi- yo también estoy cansada de que se hablen todo y cuando digo todo, me refiero a todo.
-No me importa lo que pienses –repuso con voz mas tranquila- te he dicho que primero esta él.
No podía hablar. Me quede muda cuando dijo la última oración. ¿Cuántas veces me había dicho eso? ¿Cuántas veces tenia que decírmelo para que yo pudiera entender?
Enojada por saber las prioridades de Bill. Le pedí a Bill que se marchara de mi casa. En esos momentos no tenia ganas de ni siquiera verlo a la cara. Mi coraje y rabia ardían por dentro queriendo destrozar algo. Pero como siempre, el recordar lo que tuve que hacer para que mis corajes no volvieran tan fácilmente me hizo retroceder a aquellos corajes que los sentía venir. Me había costado trabajo tener que controlarme a la hora de un enojo o un desacuerdo.”
Había oscurecido, pues podía verlo a través del cristal que daba directamente a la cuidad “no podía tener mejor vista” me animé por salir de este lugar que solo me causaba mas que recuerdos horribles dentro de mi cabeza.
Corrí hasta el elevador sin olvidarme de algunos proyectos en el escritorio que me quedaron pendientes. Por lo que opté por hacerlos en mi hogar para no desperdiciar más tiempo.
El elevador era lento y mi desesperación incrementaba conforme me acercaba a la salida. Jamás en toda mi vida había esperado por ver a Bill y decirle cuanto lo lamentaba.
Salí del elevador en cuanto las puertas del elevador me lo permitieron. No podía imaginar cuantas palabras podían incrustarse en mi mente por el simple hecho de saber que lo vería.
Me topé con Lizzi a la salida, pero como siempre, me ignoró alejándose lo más que pudiera de mi.
Seguí con mis ánimos de llegar a la salida, donde Bill me esperaría en su auto para llevarme a mi casa. Excusa por el cual íbamos a hablar o eso creía yo.
Estallé de alegría al verlo, pero mis expresiones fueron las mismas de siempre. Apagada y con una media sonrisa en mi rostro.
-Hola –le saludé tranquila sabiendo que por dentro lo quería agarrar a besos.
-Hola –me saludó de la misma forma acompañado de un corto beso en los labios. Para mi sorpresa, ese beso había sido de lo más extraño para mí, pero ¿Por qué?
-¿Cómo estas? –insistí en que él fuera quien rompiera el hielo y no yo. No me sorprendía comportarme así por mi orgullo. Por dentro lo ansiaba y pedía perdón mil veces, pero cuando estaba en frente de él, era una tumba.
-Muy bien –suspiró y se encogió de hombros. Su mirada fue dura y severa cuando ninguno de los hablaba. Me fue algo incomodo y dentro de poco, ya deseaba estar en mi casa.
Me decepcionó cuando Bill se paró en frente de mi casa sin decirme nada. Sus manos estaban aferradas al volante al igual que su rostro hacia el frente. Había creído que siempre él era el que tenia que romper el hielo, pero este caso fue diferente.
Abrí la puerta vacilando un poco. Tenia atorada miles de palabras que quería decirle, pero que en ese momento me costaba tanto trabajo podérselas decir que no quería hacerlo.
-Que descanses –se despidió Bill. Pero no se acercó para darme un beso, lo cual me hizo estremecer a lo mas profundo de mi alma “tengo que ser yo la que debe disculparse” pensé en mis adentros.
-Bill –susurré justo cuando mis piernas ya estaban fuera del auto- quiero que sepas, que si hice algo en lo que no estuviste de acuerdo o si te hice sentir mal en alguna ocasión, quiero que me perdones, y que jamás te dejaré por que te amo.
Bill siguió callado con la mirada al frente. Me decepcioné por mi lucha que no provocado nada en él. “Que descanses” le dije muy bajo, que mis palabras parecían habérselas llevado el viento.
Los ánimos que tenia cuando salí de trabajar habían desaparecido cuando Bill se fue dejándome en la puerta de mi casa. “¿Terminara conmigo?” me pregunté en medio de mis pensamientos. Un miedo comenzó a invadirme por la simple idea de criar a este pequeño hijo yo sola.
-¿Estas bien? –preguntó mi madre curiosa. Estaba en la sala leyendo un libro titulado “Romeo y Julieta” que irónico ¿Mi mamá leyendo eso? Me reí a la simple idea de que mi madre volviera a creer en historias de amor.
-¿Estoy bien? –dije con un hilo de voz. Las sensaciones que me invadían comenzaban a perturbarme, queriendo estar a solas conmigo misma- solo estoy exhausta –mentí.
-Como digas –puso los ojos en blanco por mi mentira tan obvia. Odiaba que mi madre fuera tan fijada, como para darse cuenta de mis propios problemas.
-¿Cuándo regresaras? –pregunté con la intención de cambiar de tema. No me gustaba involucrar a mis padres en mis propios problemas a menos que fueran necesarios.
-¿Pasado mañana? –dijo en medio de una pausa. Hizo una mueca y fingió leer el libro. Sabía cuando algo no le gustaba y una de ellas era que no soportaba la idea de que yo viviera con mi padre- tu vendrás …..–vaciló unos segundos y el nudo en la garganta no dejo terminar su frase, alejándose de la sala junto con su libro hacia al baño.
Me subí mecánicamente a mi cuarto. Había tantos problemas que no sabia a quien poner atención o a quien tener preferencia.
Por un lado me sentía triste al saber que se iría mi mamá de regreso a la casa sola. Mi amiga Lizzi se había molestado por no ser sincera con ella. Bill estaba enojado por algunas diferencias entre él y yo y mi embarazo junto a Ani me hacían sentirme insegura así como con Mike.
Dos cuarenta y siete de la mañana.
Estaba en una esquina de mi habitación temerosa. El celular con el nombre de Mike en mi pantalla me hacia tener miedo de no acercarme hacia aquel celular.
Me levanté de aquella esquina tomando valor para volver asomar mi cabeza en el celular que no dejaba de sonar.
Lo tomé dando un fuerte respiro y contesté.
-Que quieres –se me quebró la voz haciendo intentar que estaba enojada.
-Quiero que hablemos –respondió seco.
-No tiene sentido que hablemos
-Estoy afuera de tu casa. No puedo volver hacerte daño otra vez.
Asomándome por la ventana disimuladamente pude darme cuenta que en realidad el auto de Mike estaba afuera de mi casa. Mis papás estaban aquí. ¿Qué daño podría hacerme? Además, me sentía culpable por la forma en la que lo había tratado. Él no merecía ser tratado de esa forma y lo mejor seria hablar.
Tomé una de mis batas que estaba colgado en el perchero detrás de mi puerta y me dirigí afuera. Caminaba lenta como si algo me estuviese diciendo que estaba mal acercarme a él, pero trataba de ignorar aquello enfocándome solo en Mike.
-Puedes subir al auto –repuso con su extraña mirada hacia el asiento del copiloto- aquí esta un poco mas caliente.
No contesté, pero de alguna forma pudo ver que no estaba muy convencida. Se rió dándome las llaves de su auto. Por lo que me bastó para confiar más en él. ¿Qué podría hacerme?
Era verdad cuando dijo que estaba mas caliente dentro del carro. Pero había un olor tan repugnante al entrar al auto, insoportable de fingir. De reojo pude ver latas de cerveza debajo de los asientos y bolsas de comida chatarra.
-Gracias –sonrió y luego desapareció su sonrisa inmediatamente- pero, antes de que digas algo, quiero decírtelo yo primero –yo no había dicho palabra alguna desde que me senté junto a él- te amo y siempre te voy a amar. Así que si me amas o no quiero que me lo digas de una vez.
La luz que la luna nos reflejaba en ese momento me hizo ver con detalle su rostro que antes me parecía perfecto. Tenia ojeras debajo de sus ojos muy marcadas, su cabello estaba alborotado y su ropa parecía tenerla puesta por varios días.”No” susurré intimidada.
-Eso era lo único que quería saber- respondió riéndose de la misma forma que la ultima escena que había tenido con Mike- ya sabrás lo que significa el resto, si no eres mía, entonces no serás de nadie.
Me quede confundida ante su expresión y esa tan dichosa frase que pensé que solo existían en cuentos de terror o novelas parecidas.
Aprovecho que me encontraba con las llaves expuestas en mi mano para arrebatármelas.
Encendió el carro subiendo el nivel de velocidades rápidamente “No ¿Qué haces?” le gritaba moviéndolo de un lado a otro para que este se detuviera. Pero esté hacia todo lo contrario, seguía subiendo la velocidad.
Mi desesperación incrementaba cuando compare mi fuerza con la de él. “Imposible detenerlo” al verme debilitada ante el gran monstruo que manejaba el vehículo, me di por vencida. Me coloqué rápidamente el cinturón. Pero mis nervios me traicionaron, atorándose el cinturón de seguridad. Mi desesperación incrementaba y me di cuenta que eso solo lo atoraba más.
Di un profundo respiro intentando calmarme, pero solo había logrado un poco. En cuanto se zafó el cinturón lo abroche rápidamente hasta colocármelo bien.
Fue cuando entonces vi en mis ojos dos luces radiantemente brillantes hacia mi rostro. Voltee instantáneamente percatándome que era un auto quien se dirigía a la misma dirección que nosotros. “Noooo” grité desesperadamente ante el temor que mis propios ojos veían.
“Fue entonces cuando pensé que toda mi vida estaba acabada”