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miércoles, 17 de marzo de 2010

Cap 29

La mañana siguiente había sido un mil de mares continuos enfocados en una misma persona y que chocaban contra piedras rocosas puntiagudas que esas mismas te dañaban casi al rose por solo pasar a su lado. Sonaba estúpido, pero era una realidad que más que nada estaba dispuesta hacer.

Yo misma me sentía al punto exacto donde no podía aguantar más sorpresas y no sabía que mi padre también lo estaba.
Había intentado evadirme lo mas que podía. Pues cuando se lo dije, fue como si le hubiesen puesto una venda en los ojos y lo hubieran cegado durante unos momentos.

Intentaba explicárselo de la mejor manera posible. Como si no hubiera sido yo la culpable de todos mis problemas. Pero esa era la realidad, yo era la única culpable a mis grandes sorpresas que sin lugar a duda habían sido experiencias donde nada parecía tener un límite.

Podía comprender a mi padre al cien por ciento. Lo conocía y sabia cuales eran sus razones por las cuales estaba enojado conmigo.
Por lo menos no era la única que tenia la idea que yo llegaría al altar vestida de blanco para entregarme a quien seria mi futuro esposo y después pensar en lo que serian los hijos. Supongo que el adelantarme a los hijos fue la parte que mas le molesto.

Pero realmente esta había sido una sorpresa y no diría que fue mala, si no todo lo contrario ya que esta personita me haría la vida mas feliz que en todo el mundo. Y por supuesto imaginaba que seria más feliz estando con su padre.

Tenia un tanto miedo por lo que pasaría después del nacimiento de este niño y cuando su propio padre se enterara. Pero no tardaría en decírselo y si me ama, yo se que me perdonara por no decírselo antes.

Me senté en mi cama haciendo fuerza en ambas manos. Pero de algún modo me sentía muy cansada sin saber la razón.
También me sorprendió un poco el que mi padre tocara mi puerta con unos leves golpecitos. Lo cual fue como escuchar campanitas por saber que no estaría ignorándome mucho tiempo.

-¿Puedo pasar? –Preguntó mi padre abriendo a media la puerta sin ni siquiera verle el rostro.

-Por supuesto –Le respondí haciendo una media sonrisa.

Después de eso mi padre abrió por completo la puerta. Entre sus manos tenia una bandeja que sobre ella tenia un vaso de jugo de naranja, un plato con huevo y otro plato de cereal.
Aun seguía serio pero podía ver en sus ojos su tristeza y eso me partía más el corazón.
Cuando llego a mí, coloco la bandeja entre mis piernas que estas estaban sobre las cobijas y se sentó en una pequeña orilla de la cama.

Su mirada rápidamente buscaron sus manos –quienes estas estaban entrelazadas y algo inquietas- si no conociera a mi padre diría que estaba nervioso por hablar sobre este tema, el cual le seria incomodo inclusive para mi.

Le tome la mano enseguida con el único objetivo de tranquilizarlo. El cual este levanto su mirada rápidamente.

-Lo siento mucho –Le pedí perdón sin quitarle la mirada. Mis ojos se mantuvieron fuertes al no querer derramar ni una sola lágrima- Esto yo no lo había planeado, fue una sorpresa para mí. Ahora lo único que me queda por hacer es aceptarlo y seguir con mi vida.

-¿Bill Kaulitz? –Preguntó de nuevo mi padre, quien este había levantado sus cejas y su respiración se cortó al querer escuchar mi respuesta. Así que solo agache mi mirada en forma avergonzada, por pensar que tal vez ese no era el tipo de chico que deseaba para mí.

Suspiró y su mirada se volvió hacia el techo como si estuviese pensando. O tal vez intentando lo mismo que yo “no derramar lagrimas”

-¿Cómo podría funcionar una relación así? –Dijo mi padre alzando la voz y levantándose de la cama bruscamente- ¿Qué acaso no quieres tener una vida con un esposo normal y tener hijos? ¿Acaso te gustan todas esas estúpidas palabras que dicen de ti las revistas?¿ Dime acaso si eso es lo que deseabas?

-Si –Grité pegando fuertemente con mi puño cerrado a la bandeja ya que este era lo único cerca que se encontraba cerca de mí- Yo deseaba estar con la persona que mas amaba, y te repito y siempre te lo repetiré, lo amo y nada cambiara de parecer lo que pienso, ni siquiera tu. Así que te guste o no, voy a estar con él si el me lo pide, lo acompañare a donde quiera y nunca estará fuera de mi vida.

-Que acaso no ves cuando dicen algo sobre ti, es como si me lo hubieran dicho a mí –Su voz ahora había sonado como una queja que gritaba a los cien mares- ¿Qué acaso no lo ves? –gimió un poco después de hacer una pausa continuó- Me hieres cada vez que mencionas o dices que no te importa lo que piense yo.

-¿Y tu? –Podía sentir el nudo en la garganta que se formaba cada vez que pronunciaba una palabra- ¿Acaso te has preguntado que es lo que pienso o como me siento?

Me daba tristeza saber que mi padre me reclamaba por algo sabiendo que él estaba cometiendo el mismo error que yo. Él lo había cometido primero y según mis creencias y análisis, yo era la indefensa en este juego.
Mi padre al igual que yo tratábamos de contenernos lágrimas. Algo en lo que seguramente fallaríamos, pero en lugar de eso, mi padre caminaba alrededor de mí enojado y refunfuñado por la desesperación que yacía dentro de él.

-¿Acaso te importa lo que yo sentí cuando te largaste de la casa? –Era demasiado tarde, pues estaba al borde por caer una simple lágrima, pero continué hablando- ¿Me preguntaste a caso? –Anhelaba esa respuesta todos los días, pero nunca la hubo- ¿Por que para ti hacer lo correcto significó dejarnos a mi madre y a mi solas?

-Fue por su seguridad –respondió instantáneamente como si buscara un excusa que lo salvara de aquel momento

-Si pero hasta cuando. Cuando dejaras pasar días y días esperando a ver que te depara el futuro.

Cuando menos lo esperé me encontraba llorando y gimiendo de solo recordar a mi temprana edad la separación de mis padres.
Mi padre intentaba mirar a todas partes tratando de disimular que todo lo que pasaba no era real. Sus manos frotaron su cabeza con rudeza y luego se tornaron en forma de puño.

-Así como tú –traté de que esta vez mi voz no sonara como un grito horrorizado o como un lamento- Yo esperaba tener una familia feliz. Si tu crees que yo cometí el error de estar embarazada a mis veinte años de edad, entonces lo voy a enfrentar y no voy a huir de ellas como si fuese una cobarde –Respiré profundo e intente mirarlo cara a cara para decirle - ¿Tu cuanto mas huiras de ellos?

Luego de que su mirada se encontró con la mía pude ver como sus ojos estaban como platos al escuchar mi última pregunta. Su respiración se agito al igual que su rostro se tornaba un color rojizo. Hasta que de repente estallo de furia.

-Prepara tus cosas. Iras con tu madre para que puedas mantener ese bebe con su ayuda. Tu misma será quien le hablaras de esta estúpida situación.

-Lo siento –Me disculpe con cierta cortesía y al mismo tiempo como si me burlara de él- Pero pienso que tengo la edad suficiente para poder decidir donde hospedarme.

-Pues yo también lo lamento –Se disculpó con mayor cortesía a diferencia de la mía- En esta casa se cumplen las reglas que yo ordene. Mientras sigas respetando mis reglas podrás vivir aquí. Tu has roto una de ellas por lo tanto me da derecho a decirte que no eres bienvenida aquí.

Ahora era yo la que lloraba llena de furia. Podía sentir como cada parte de mi cuerpo se calentaba rápidamente y respiración se agitaba con lividez.

-Pues me largo –Grite quitando mis cobijas dramáticamente, la charola en la que tenia entre mis piernas había caído al suelo- Si este es el problema no tengo nada mas que hacer aquí. Tengo miles de lugares donde he deseado vivir.

-¡Bien! –volvió a gritar mi padre refunfuñado tras la puerta dando un golpe fuerte que hizo sonar como eco dentro de mi propia habitación.

Mis lágrimas eran ahora las que estallaban con mas fuerza al recordar la triste escena con mi padre. Tal vez había sido demasiado cruel con él o tal vez él lo había sido conmigo. ¿Quién había tenido la culpa?
Aun que yo hubiera sido la pequeña indefensa en este momento, normalmente estaba acostumbrada a ser yo la única culpable.

De pronto me entro un pánico al recordar aquellas palabras sobre marcharme de esta casa. El miedo me estaba invadiendo haciendo que mi cuerpo quedara inmóvil. Ya no estaba segura de si marcharme de este hogar al que siempre creí que había permanecido. Pero mi propio padre me lo dijo “ya no eres bienvenida” crueles palabras que podía escucharlas dentro de mi cabeza una y otra vez.

Mis ojos ahora se mantenían concentrados en aquella laptop puesta en mi escritorio de madera color beige, estaba debajo de mi ventana y frente a ella estaba mi silla giratoria rosa con blanco. Al lado de mi laptop se encontraban algunos libros viejos y arrumbados. Sabía que eran míos cuando yo estaba pequeña y que mi madre leía cada vez que no podía conciliar con el sueño.

Trataba de pensar en como seria este día tan horrendo o como terminaría. Iría a casa de Lizzi por la noche una vez que terminara el trabajo pendiente. Pues podía imaginarme trabajar en su casa y seria mas difícil platicar sobre mis penas y no ponerme a trabajar.

Así que solo tenía que terminar el trabajo, guardarlo en mi laptop y entregar el trabajo a Aliz para que pudieran editarlo y así colocarlo sobre la revista. Y pensando positivamente esto de alguna forma me ayudaría a olvidar el pequeño incidente desde hace algunos momentos.

Me acerque a mi escritorio tomando mi laptop cerca de mí al mismo tiempo que trataba de ponerme cómoda y ajustando a la medida de altura a la silla giratoria.
Cerré mis ojos para tratar de concentrarme en el trabajo y en lo que estaba a punto de escribir.

Cuando mi dedo índice había tocado por vez primera el teclado, le siguieron los demás dedos que increíblemente, estas no paraban de teclear lo cual había experimentado algo grandioso y divertido a la vez..




La noche había pasado sencillamente rápida. Y agregándole algo de locura a mi día. Mis manos habían quedado entumidas al escribir veinte paginas sobre ellos, aunque también era una lastima saber que estas veinte paginas de tanto sacrifico y trabajo serian editadas.

Al levantarme de mi silla sentí un dolor en la espalda y parte de mis brazos. Seguida sentí un enorme escalofrió recorrer por toda mi espalda. Sin saber razón alguna estiré los brazos seguido de un bostezo.

Durante mi estancia en toda la mañana y parte de la tarde en mi habitación sentí que me había relajado un poco. Ya que estaban todos mis nervios alterados ante la situación en la que me encontraba.

Mire con cautela toda mi habitación, la cual estaba muy desordenada por no haber pasado los últimos diez días en casa. Mis maletas aun seguían intactas después de haber llegado del viaje y la bandeja de charola con mi desayuno aun seguía en el suelo.

Fue lógico tener que partir mi desayuno -que mi padre había traído para mí en la mañana- en dos proporciones para que pudiera rendirme durante todo el día. Pero era mayor la fuerza que sonaban mis tripas al recordar la palabra “comida”. La mayor parte de la tarde había luchado contra el hambre. El simple hecho de imaginar a mi padre volviendo a tener discusiones me hacían devolver lo único que tenia en mi estomago.

Tuve que dejar a un lado mis pensamientos negativos al igual que mi orgullo para dedicarme a los pensamientos de mi pequeño bebe. Si yo sufría lo mas probable era que el también sufría. Y si yo tenia hambre lo mas lógico seria que él también lo tenia.

Así que respire profundo al proponerme tratar de evadir a mi padre lo mas posible que se pudiera. Si me pedía que me largara otra vez, entonces esta vez no lo dudaría y me iría de inmediato.

Baje las escaleras con el menor ruido posible para no encontrarme con él. A la vez que deseaba verlo al mismo tiempo me causaba cierta nostalgia.
Imaginaba también la cocina desecha y sin nada de comida. Seguro mi padre haría cualquier forma para que yo estuviera fuera de su alcance o inclusive estuviera lejos de aquí para no tener que ver mi feo rostro de nuevo.

Pero me quede boca abierta y confundida a la vez que intentaba entender cual era la razón del por que estaba la mesa repleta de comidas de diferentes tipos. Lo mas llamativo fue encontrarme con la pizza, pollo, carnes, espagueti, queso, huevo, tocino, helado, pay, chocolate derretido, malvavisco, jugo de naranja, agua de fresa y otras comidas que en general se veían deliciosas.

Me quede quieta por unos instantes al escuchar ese sonido más bello. El sonido del piano en aquel cuarto a un lado de la sala. Solo nos pertenecía a mi padre y a mi cuando solíamos tocar juntos el piano.
Volverlo a escuchar me dio cierta nostalgia y no tenia el valor ni las palabras para volverlo a encarar frente a frente.

Intente no dirigirme hacia ese lugar cuando recordé instantáneamente la pelea de la mañana.
Pero mis instintos me dirigían el camino donde deseaba estar “Con él” me deje llevar por ese camino al sonoro de la música. Esa música que siempre tocábamos cuando el trabajo o la escuela nos ponían tenso ante tales situaciones. Nuestra única medicina era el piano. Aquel piano que no parábamos de tocar y por supuesto era nuestra única salvación a todos nuestros problemas.

Abrí la puerta lentamente con temor a que me llamara la atención o me pidiera que me fuera. Me quede quieta mientras admiraba la forma en como lo tocaba, como un arte que da relajamiento, que sientes paz y tranquilidad y no te importa lo que pase a tu alrededor, solo te enfocas en la música.

-Pasa –ordenó sin dejar de tocar el piano –quiero que toques conmigo.

No lo dude un segundo y comencé a caminar sin que yo se lo ordenara a mis pies. Caminaba a paso lento mientras dudaba si estaba haciendo lo correcto.

Fue cuando por fin pude verle el rostro del lado. Cerraba los ojos dejándose llevar por la música y con la confianza de sus manos. Algo en lo cual yo siempre anhelaba a mi padre como un ejemplo a seguir.

-Siéntate –exigió casi como un murmullo como si se tratase de un secreto.

Me senté a un lado como la misma silla me lo permitía y lo mire con esos ojos de orgullo. Quería gritarle para pedirle perdón y decirle cuanto lo quería, pero en ves de eso solo miraba atenta a sus manos.

-No te vayas –me suplicó mi padre sin dejar de tocar el piano. Pude ver de reojo como derramaba una lagrima aun con los ojos cerrados- No lo volvería a soportar. Dije palabras que no deseaba decírtelas, pero quiero que entiendas que te quiero mucho y tu madre y yo deseábamos que no cometieras el mismo error que nosotros lo tuvimos cuando estábamos jóvenes.

Me quede helada y sin decir palabra alguna

-¿Qué? –pregunté sorprendida al mismo tiempo mi padre se había detenido bruscamente parando a la música.

-Lo mismo ocurrió con tu madre casi a tu edad –se quedó mirando el piano detenidamente como si lo estuviese recordando y después continuo- Por eso quería que tú fueras diferente y no cometieras el mismo error que nosotros

De no haber sido por mis labios, mi boca estuviera abierta. No podía creer cada palabra que mencionaba mi padre. Mi madre a comparación con otras, era joven. ¿Quien diría que seria abuela a los 40 años?

-¿Crees que yo fui un error?

-No –suspiró –siempre has sido mi mayor felicidad.

-No te preocupes papá –le dije tomándolo de la mano- yo se que todo saldrá bien, ya lo veras. Lo único que se necesita es tiempo.

Fue así como me gustaba que terminara los lazos entre mi padre y yo. Mi madre era mi mejor amiga y mi papa era mi mejor amigo. Podía tenerle toda la confianza para contarle mis problemas.

No me sorprendió que ya estuviera tocando junto a él nuestra melodía favorita. Me deje llevar por el momento y por mis pensamientos. “Me propondré no llorar jamás en cuanto nazcas” dije en mis pensamientos que se que solo escucharía mi bebe y yo. No lloraría mas sabiendo que mi bebe también sufriría. Nadie ni nada hará que me haga sentir mal teniendo a las personas que me apoyan.
“Nadie” volví a prometer en mis adentros antes de enfocarme totalmente a la melodía acompañada de mi padre.