-¿Y tu lo recuerdas? –le dije sacando mi pequeña cadenita que colgaba a mi garganta. Era la estrella con mi nombre en medio y que por lo regular no me gustaba quitármela.
Cuando lo miró se quedó inmóvil y sin pensarlo dos veces me besó en los labios. ¿Qué podíamos pasar? Instantáneamente supe que el beso estaba llegando más allá de los límites. Estaba siendo largo y apasionado.
Ambos acostados sobre esa cama y solos en el cuarto acogedor de Bill. Mencionando que estaba embarazada y nuestros mismos cuerpo ardían en llamas deseando solo dos cosas que difícilmente se podían ignorar “Placer y pasión”
Lo amaba, deseaba y ansiaba tenerlo sobre mi pecho acariciándolo y hacerme sentir como ninguna otra persona podía hacer lo mismo “sentirme amada”.
Había sido una de las noches más excitantes e interesantes que había experimentado acerca del sexo. Se lo agradecí a Bill por hacerme sentir de esta manera. Podía desahogar todo mi dolor y al día siguiente poder sentirme mas feliz que como otros días.
Lo besé una vez más y en un suspiro fue como termino una de las maravillosas noches que había experimentado en mi vida.
La mañana no podía ser más perfecta. No me importaba haberme quedado dormida junto a Bill acurrucada muy cómoda. Abría los ojos para cerciorarme de que todo estuviera bajo control y que no me dejara sola en la cama.
Pero cuando menos lo pensé, mi celular que se encontraba en uno de lis lebreros de Bill comenzó a sonar. Por cada timbrazo sonaba con mayor intensidad.
“Apágalo” se quejo Bill despertándolo y poniéndose las sabanas sobre la cabeza por las rayos que daban sobre nuestros rostros. Me dirigí hacia el librero desorientada y caminaba mareada. Sentí nauseas y un horrible dolor de cabeza.
Me tambalee y un par de veces me tropecé. Mis ojos se achicaron cuando los rayos del sol iban directamente a mis ojos. Cuando llegue a mi celular le apreté a la primera tecla que pude y conteste inmediatamente.
-Bueno –mi voz había sonado muy ronca como todas las mañanas.
-Neily por favor necesito que vengas para la casa –era la voz de mi papa y sonaba preocupado ¿Me pregunte por que llamaba tan temprano y que era lo que tanto le preocupaba?
-¿Paso algo? –le pregunté tallándome los ojos que aun no despertaban.
-Tu madre esta aquí
Eso fue el motivo para que mis ojos se abrieran completamente. ¿Por qué mi mamá estaría aquí? Me molestó saber que lo mas probable era para fastidiarme sobre que debo hacer con el bebe.
-Me voy directamente al trabajo –continuó mi padre en medio del silencio- solamente quería advertirte que no se encuentra del todo bien, pero si esta realmente molesta contigo.
Me colgó antes de que le replicara ¿Por que me dejaba sola en esto? Como siempre mi padre huía de los problemas para no tener que lidiar con ellos.
“Maldita sea” dije al rectificar que ya me había colgado mirando mi celular.
Me voltee hacia Bill, quien seguía profundamente dormido. No había notado el ruido si quiera de mi conversación. No quise levantarlo, por lo que me dedique a buscar mis ropas.
-¿A dónde vas? –me preguntó Bill justo cuando abrochaba mi pantalón. Este se sentó en su cama bostezando y estirando sus brazos.
-Mi madre esta aquí –le dije en un tono incrédulo- hace rato llamó mi papá para advertirme que ella estaba en casa y parece que estaba molesta.
-¿Cuál es el problema?
-Parece que mis padres no han superado sus propios problemas y creo que ya tenían bastante conmigo. A veces me pregunto ¿Cuándo terminara todo esto?
Me estremecí al imaginar que eso nunca pasaría. Nunca podrían arreglar su problema si no lo enfrentan. Pues tanto como mi padre, mi madre también huye de esos problemas. Pero ¿A que le temen?
-Si algo llega a pasar –le dije a Bill sentándome en una de las orillas de la cama mirando al piso a través de este- ¿podría recurrir a ti a cualquier problema?
-Sabes que si –respondió Bill acercándose abrazarme por la forma en que me vio- ya veras que algún día lo resolverán.
Mi cabeza se inclinó a su hombro automáticamente. No podía describir lo que había significado para mí ese abrazo. En verdad lo necesitaba y me transmitía todo el apoyo como ninguna otra persona. “por esa razón lo amaba” era una persona diferente a todos los hombres.
“Gracias” le dije a Bill despidiéndome de él fuera de su camioneta. Di un suspiro antes de dar un paso enorme a esa casa que ahora me aterrorizaba. Pero no iría hasta enfrentar a mi madre. Había sido este uno de mis grandes desafíos y eso lo había meditado cuando Bill me traía de regreso a casa.
Caminé lentamente con mis nervios de punta y sin dejar que mi corazón latiera rápidamente. Nada me impedía entrar ahora que había girado la perilla cuando metí la llave.
Entre cuidadosa y cerrando la puerta con el menor ruido posible. Me alejé de esa puerta e intenté buscarla. Escuchaba algunos ruidos en la cocina. Como si alguien estuviera lavando platos.
Llegue hasta la cocina aun temerosa y dudosa en la puerta. Ahí estaba, lavando los platos. No podía verle la cara, me daba la espalda completamente y al parecer no había notado que yo había llegado.
Me volteé de alivio y di un giro de ciento ochenta grados para dirigirme a mi cuarto “después la enfrento” pensé. Pero antes de dar un paso mi madre dijo enojada.
-¿Adonde crees que vas?
Me quede callada e hice una pausa antes de poderla ver a la cara.
Tomé aire lentamente como mi cuerpo giraba para enfrentarla.
Cuando la vi me avergoncé agachando la mirada. Estaba decepcionada de mí, no tuve el valor si quiera para mirarla a los ojos, por que sabia que yo había cometido el error.
-¿Qué es lo que paso? –Su voz fue baja y pude mirar de reojo como sus ojos se llenaban de lagrimas- Nuestra relación era única. Antes tenias miedo de no abandonarme y ahora mírate –había sido un insulto cuando me señaló, no pude evitar mirarla a los ojos, por lo que solo la vi detenidamente- creí que solo así te darías cuenta lo que es vivir con tu padre y me he dado cuenta que cometí el error mas grave al creer que no pasaría nada malo….
-No lo culpes –le grité sin derramar una sola lagrima- estoy harta, harta de sus peleas, harta de sus gritos, harta de sus insultos. Si tanto lo odias ¿Por que le diste la oportunidad?
-¿Oportunidad? –preguntó confundida sin entender ni una sola palabra.
-¿Ya no te acuerdas? Tu fuiste la única culpable por la que he seguido con mi padre ¿Sabes por que? Por que cuando te llamó hace varios meses atrás, tú le diste la oportunidad de participar en su juego para atrapar a los maleantes.
-No –replicó mi madre quien estaba estupefacta al mencionar las ultimas palabras- No es cierto –negó de nuevo quien tenia los ojos como platos y daba ligeros pasos hacia atrás.
-Así es –di un respiro dando una medio sonrisa- y esa oportunidad que me dio la vida gracias a ustedes, me dio a entender muchas cosas y a independizarme. Los quiero, pero yo no puedo vivir día con día sabiendo que entre ustedes hay odio. Lo siento, pero hasta aquí ha terminado.
Me di vuelta y seguí mi rumbo hacia las escaleras. Pero la mano de mi mamá me detuvo, haciendo girar solo mi rostro.
-¿A dónde vas?
-Perdóname –me disculpé sintiéndome tan culpable por lo que estaba a punto de responder- pero creo que esto ya no es de tu incumbencia.
Se quedó boca abierta pero no dijo nada. Me soltó lentamente y solo se dedicó a mirar como subía las escaleras frente a sus ojos.
Estaba caminando por esas calles tan típicas para llegar a la casa de Lizzi cuando terminé de empacar. Era difícil dar este paso, pero sentía que si no lo hacia pronto, jamás escaparía de esta gran hoyo interminable. Me sentía desorientada por aquellas palabras que les dije a ambos antes de salir por la puerta “No los quiero volver a ver” el enojo que atravesaba constantemente e mi pecho había dado un ligero escape al escuchar de nuevo aquellos gritos. Había dado un portazo a la puerta de la entrada para rematar mi final y que se dieran cuenta como esto me hacia enfurecer.
Cuando menos lo esperé, ya me encontraba a dos casas de la de Lizzi. Tenia el trabajo en mano y constantemente pensaba en ¿Qué pensarían en el trabajo que hice durante el fin de semana? Pero ganaba mas las veces en que pensaba en mi familia. Sabía que ya tenía edad para que no me importara esa clase de cosas, pero aun me dolía y más que lo hicieran frente a mí.
Mis pensamientos se tornaron en blanco cuando vi a Gustav salir de la casa de Lizzi. Estaba caminando mirando su celular sin saber que yo venia en camino.
“Hola Gustav” le saludé con un movimiento en mi mano y una media sonrisa a lo que Gustav dejó rápidamente su celular quedando inmóvil y un mil de nerviosismo lo atacaron en ese momento.
-¿Qué haciendo por aquí? –le pregunté sin quitar esa media sonrisa. ¿Acaso estaré en lo correcto? ¿Gustav con Lizzi? Me reí ante la idea.
-Solo eeesstoy –vaciló y se quedo mudo por unos segundos- solo vine a entregarle algo a Lizzi, David me pidió que se lo trajera.
-Ohh –dije sorprendida sabiendo que me mentía por la forma en como lo había dicho- de acuerdo –acepté dudosa- entonces, nos vemos luego.
Hizo un movimiento con su mano dudando y después se marcho. Su carro lo esperaba en la cera y era extraño que Lizzi no me contara.
Después de un doloroso saludo de parte de la madre y Alissa, quienes con sus enormes rostros felices me habían recibido, por dentro sentí que me ahogaba en gigantesco hoyo negro sin salida. Ansiaba encontrar la salida de una mentira en la que estaba viviendo. Mi propio embarazo siempre me delataba respecto a mi actitud, por lo que siempre trataba de evadir a todos.
Llegue con mi respiración agitada cuando me sentí aliviada por haberlas dejado atrás. Estaba detrás de la puerta de Lizzi con mis manos pegadas a esta. Después de recuperar el aliento, giré la perilla y abrí la puerta lentamente.
Me incliné para pasar desapercibida y saber que andaba haciendo. Había sido una lastima que cuando traté de ver por el pequeño espacio que daba al cuarto me viera con un palo sosteniéndolo fuertemente como si estuviera esperándome. Pero esta no parecía estar contenta, parecía estar como si estuviese esperando abrir la puerta completa para poder golpearme con ese gran palo de madera.
-¿Quiénes eres? –preguntó alzando fuertemente la voz. Su rostro me indicaba que realmente estaba muy asustada- responde o te golpeare fuertemente.
-No me digas –bufé después de soltar una fuerte carcajada abriendo de golpe la puerta- ¿Tu? –Le señalé- con ese gran palo. ¡Por favor!
-Eres tu –dijo precipitada dando un respiro- eres una tonta, me asustaste.
-No lo olvides –levante los papeles en el cual había trabajado todo el fin de semana- tenemos que irnos y entregarle el trabajo a Mike
-No lo he olvidado –se quejó- Aliz se ha ido por su cuenta, pues ella ya tiene el trabajo y nos deseó buena suerte.
-De acuerdo –me le quede viendo un momento. Quería que ella fuera la que precisamente me dijera lo que pasaba entre ella y Gustav. Así que me decidí a tratar de animarla a que me lo dijera- ¿No hay nada que contar?
-No –me contesto inmediatamente y se puso arreglarse frente al espejo.
-¿Segura? – le seguí insistiendo pero me volvió a responder de la misma manera. Me resigné, así que lo solté- Vi a Gustav salir de aquí.
No quise mirarla de frente, me limité a solo verla de reojo para ver su reacción, pero esta se quedo inmóvil frente al espejo. Después de haber meditado unos minutos, tomo aire y se dirigió a mí.
-Si –accedió elevando su rostro hacia el mío haciendo media sonrisa- tu ganas, él y yo ahora somos….
-¿Novios? –Pregunté interrumpiéndola, a lo que no le molesto- ¿Cómo paso? –sabia que dentro de mí tenia la respuesta, esa era la respuesta, yo lo sabia ¿Pero por que me sorprendía tanto?
-Solo paso –se sentó de inmediato en la orilla de la cama al recordar algo que la hizo perturbar- fue el día de tu cumpleaños. Realmente necesitaba de alguien para poder desahogarme, estaban Aliz y tú. Pero tu te encontrabas fatal y Aliz estaba terca con…..
No pudo terminar la frase. Me miró con los ojos como platos y dio varios respiros. Su respiración ahora estaba muy agitada. Me pregunté cual era la razón.
-Gustav apareció frente a mí –siguió continuando antes de insistirle en que terminara su oración pasada ¿Me estaba evadiendo?- Lloré con él toda la noche y de pronto ya me encontraba en su habitación. No me sorprendió que me besara, desde hace tiempo atrás me lo había mencionado, pero no le respondí por el único motivo que era “Tom”
Me quede muda. No sabia que decirle. ¿Estaría bien que Gustav estuviera con la ex novia de Tom? Ahora ya no sabía diferenciar entre lo bueno y lo malo.
-Debemos irnos –le susurré sentándome aun lado de ella. Cuando me miró supe que algo me ocultaba, pero no quise preguntárselo. Esos ojos llenos de tristeza alguna vez me recordaron a mí. Y, sabía que si realmente era mi amiga, algún día me lo diría.
Al llegar a la empresa me dio la impresión de que algo extraño sucedería. Lo único que me reconforto era que lo más probable era que le dieran el trabajo. Bill y yo habíamos quedado que lo acompañaría pero a los pocos meses me regresaría a mi hogar para mantenerme en reposo absoluto.
En mi mente, en lo único que podía pensar era en la felicidad de Lizzi. ¿Quién contrataría a una embarazada? La revista bravo, era lógico que no lo haría, pero no perdía nada con intentarlo. También estaba segura de algo que era indiscutible, nuestro propio trabajo acerca del grupo Tokio Hotel, daría por hecho que había sido una excelente redactora al describir nuestros increíbles y hermosos siete días con Tokio hotel. Si a mi no me daban el trabajo, por lo menos Lizzi estaría en él y ambos tendríamos lo que queríamos. Ella su propio trabajo y yo mi felicidad con Bill.
Cuando hablaba sobre mi felicidad con Bill nada me importaba. Lo único que me motivaba a seguir adelante era él y mi futuro bebe. ¿Qué más podría desear?
“Neily” escuché decir una vocecita en mi cabeza. Aterricé de nuevo a la tierra dejando atrás mis pensamientos felices.
Nos encontrábamos en la oficina de Aliz, quien parecía estar atareada corriendo por toda la pequeña habitación. Los papeles que se encontraban encima de su escritorio estaban por todos lados, revueltos y algunos volaban hacia la dirección del viento.
Se sentó y marco un número telefónico. “Jefe, ya están aquí, de acuerdo, hasta luego” “Pueden ir” nos dijo volviendo de nuevo a la loca psicópata de hace unos minutos. “Su oficina se encuentra al final del pasillo a la derecha”
Lizzi y yo nos dirigimos inmediatamente. Mis manos no paraban de temblar una vez que comenzamos al recorrido, que inclusive, ya podía contar los pasos para llegar a su puerta.
-¿Estas nerviosa? –preguntó Lizzi en un susurro. Inclusive se le había escapado una risita- Tranquila, solo le daremos el trabajo.
-¿Estarías nerviosa si solo vas a terminar una relación? –enarqué las cejas dirigiéndome a ella. Pudo entenderme y me tomo de la mano fuertemente demostrándome el gran apoyo.
Después de dar algunos golpecitos a su puerta, y exhalar profundo, abrimos la puerta para dirigirnos a las dos sillas que se encontraban frente a su escritorio.
“Buenos días” llego a mí y me dio un pequeño beso en mis labios. Le respondí con un “buenos días” pero agachando mi rostro en pura vergüenza.
-Y bien –dijo Mike sentándose en la orilla de su escritorio, algo típico que a las personas les encantaba hacer, pero solo aquellos que no tenían modales.
-Tenemos el trabajo –respondió Lizzi levantando las hojas.
Mike las tomó en sus manos y comenzó a darle una hojeada. Estaba mirándolo profundamente a los ojos mientras se detenía a checar mi propio trabajo. Dentro de mí, me indicaba que no lo estaba leyendo, que solo daba una hojeada y daba la impresión a cualquier persona de que lo estaba leyendo.
-Bien –accedió después de dar una engañosa mirada al trabajo- yo las llamaré y les haré saber cuando tengan el trabajo -Nos levantamos de la silla, pero este me detuvo sujetando mi brazo delicadamente –podrías esperar un momento –me suplicó soltándome poco a poco mi brazo.
Accedí temerosa y le di al paso a Lizzi para que esta se fuera. Jamás en toda mi vida me había sentido tan incomoda y tan nerviosa. Ahora el miedo me estaba invitando a echarme para atrás y quedarme callada.
-Precisamente he querido hablar contigo –su voz era tentadora, demasiado lindo para mí. Pero en lo más profundo de mi corazón, sabia cual era mi misión en este momento.
-Pero antes –le interrumpí alejándome varios pasos de él- hay algo que quiero decirte –se quedó quieto, no dijo nada, algo en lo que agradecí por hacer que este momento lo hiciera un poco mas fácil- ya no puedo seguir más.
-¿De que hablas? –insistió con una extraña mirada en su rostro.
-A esto –le expliqué, quedando é aun más confundido- ya no quiero seguir con esta relación. Hay tantas cosas que quisiera decirte, pero que no puedo explicar. Te agradezco que estuviste conmigo siempre que lo necesité, pero creo que realmente tu y yo no somos el uno para el otro.
Cuando lo miré de frente, me sorprendió mucho que estuviera riendo. Sus manos se sostuvieron fuertemente en su escritorio y comenzó a dar algunos movimientos que comenzaban a darme miedo.
Cuando me miró, los ojos los tenía rojos llenos de llantos. “por que” preguntó. Vacilé antes de responder a su pregunta, pero él mismo la respondió en cuestión de segundos “Es Bill Kaulitz verdad”
Me quedé muda. De nuevo no supe que decirle. ¿Qué hago? Grité en mi interior buscando una salida, una respuesta a esta escena tan dramática. Me alejé más al ver la forma en la que estaba parado frente a mí. Mi silencio fue lo único que accedió a su pregunta. A lo que todo había sido tan rápido.
Ahora me encontraba en el suelo, con mi mejilla hinchada y debajo de sus pies. Estaba en llanto y el dolor en mi mejilla no paraba. La toqué de inmediato sin sorprenderme que hubiera un pequeño rasguño.
Me invadió todo el miedo posible y me aleje más de él arrastrándome. Me detuvo y me tomó de mis piernas arrastrándolo hacia él. “No puedes hacerme eso” me gritó fuertemente a la cara, y se me fue molesto de su oficina.
“Lo lamento” dije a mi bebe llorando fuertemente “No pude hacerlo” triste al saber que no había cumplido mi promesa, corrí con todas mis fuerzas buscando solo una salida. Había golpeado a toda la gente que estaba frente a mí pero no me importo. Seguía corriendo en busca de mi libertad. De pronto toda la gente ahora me parecía extraña y malvada. El miedo estaba volviéndome loca y sin dejar a ver ninguna salida disponible.
Pero, había una luz, que extrañamente se reflejaba en mí. Me dirigí hacia ella sin pensarlo dos veces hasta que me encontré en la calle. La gente pasaba tan rápido que era imposible pensar, me tapé mis oídos sin querer escuchar hablar a las personas. ¿Qué se supone que debo hacer? Gritaba en mi interior. Esto no era una salida, era un mundo en el que todo era hipocresía.
Me volví hacia la gente, quien seguía hablando con sus teléfonos en mano y con su maletín de trabajo. “Estaba volviéndome loca” me repetía una y otra vez. Quise escapar, pero algo me detuvo por completo, dejando atrás aquellas personas y voces que me susurraban al oído. Mi cuerpo se quedo inmóvil al ver a esa figura o silueta para frente a mí. Era Ani con esa risita malévola. Me hinqué cuando mi cuerpo se debilito ante ella. Dejé de luchar y mis ojos se cerraron por completo.